Noctem natura


La noche duerme su sueño estrellado
en la quietud ni el viento se siente
mientras huelo la humedad que nace
de la lluvia que permanece en la hierba.

El cielo raso deja entrever al horizonte
reflejos azules que anuncian tormenta
luces en la lejanía, más al norte
nubes que no saben si van o vienen.

El silencio imperante me despierta
y mi cuerpo comienza a sentir la magia
que destila la luz tenue de Venus
con su suave tintineo al poniente.

Mis pulmones se llenan del frescor
que deja el rocío extraño de la calma
tras un instante fugaz de lluvia mansa
efímera acaricia la tierra y no la arrasa.

Es la cómoda quietud nocturnal,
cuando la naturaleza se deja entrever
los mochuelos se despiertan y saludan
y los gatos te sorprenden con sus paseos.

Un mundo diverso se observa cuando
no hay más luz que la de las farolas,
el humano no manda en el reino
que nace cuando el sol se acuesta.

La noche impone su código, ese ritmo
y siento como un instinto primitivo,
si Morfeo llega yo me ubico
pero me falta de mi musa el sonido.

En su ausencia ni las zorras aúllan,
ni se sienten los graznidos de las rapaces
que crepitan con sus trinos siniestros
para proclamarse señores de lo oscuro.

La luna menguante se esconde tímida
tras las nubes viajeras que persiguen
rayos y truenos poco antes del alba
tempestad futura que ya fue anunciada.

Negro infinito, triste y solo negro,
ausencia muda, musa y silencio,
lluvia, humedad, quietud y sueño
hacen de este abril un poema eterno.



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