Ars amandi

Los días de julio vuelan en su azul,
raudos y veloces, fugitivos.
Su aliento estival me hiela el corazón.

Tu ausencia inauguró un verano
extraño, en el que cuando te pienso,
tiemblo por dentro. Imploro abrigo.

Concerté la fecha de mi muerte,
con la certeza de que no regresarás,
 jamás. De la guadaña me hize amigo.

La vida sigue pasando, como si nada.

Fue un crimen perpetrado sin testigos.

Llegará agosto, madurarán las uvas,
y se llenarán de gente las playas, que
jamás pisamos juntos.

Viviremos vidas paralelas, que un día
hicimos por cruzar y así amarnos.

Por las noches me convenzo de que la casualidad
no querrá hacer que volvamos a encontrarnos.


EPÍLOGO

Tu ausencia todavía se me hace extraña,
cuando el octavo mes se desliza por el
desfiladero del almanaque.

Asumo el riesgo de tu falta, sin llorarte
se me inundan las entrañas.

Sé que me piensas, no puedes borrarme,
dime, amor, ¿de qué nos vale?

Septiembre nos cubrirá con su sol manso,
y entre viñedos, suspiraremos...
 buscando besos de primavera en otoño.

Y  de aquel amor que quisimos romper
a las puertas del verano, nos quedarán
cenizas, si la hoguera ardió bien.

Aquella pasión prohibida se convertirá
con el tiempo, en un recuerdo vano.

Dormiremos este amor en invierno.



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